miércoles, 24 de junio de 2020

ADVENIAT REGNUM TUUM - PARTE VI




ADVENIAT REGNUM TUUM - PARTE VI
¡REINAD SEÑOR!

Día vuestro, gran día, es el que se celebra hoy ¡Corazón divino! En todo el mundo, y por especial manera ne esta vuestra fiel España.  Día de gloria para Vos y de inefable consolación para nuestras almas, día por nuestra parte de oraciones fervorosísimas y por la vuestra de gracias y bendiciones sin cuento.

Al pie de los altares, clavados los ojos, más aún los del alma que los del cuerpo, en el esplendoroso tabernáculo, trono de vuestra majestad, os rodea ¡divino Corazón! Corte de encendidos corazones, cuyo único afán es acreditaros una vez más su constante fidelidad, y una vez más exponeros como en rendido memorial sus amorosos anhelos.

Pueden éstos compendiarse en una frase sola, que Vos mismo os dignasteis ponernos un día en los labios :
ADVENIAT REGNUM TUUM.
O lo que es lo mismo :
¡Reinad, Señor!

Otra no queremos, pues; y bástanos ella para de corazón a corazón hablaros, que es como deseáis se os hable por vuestros amigos.
Sí, reinad, Señor; que otro género de dominación y de honor no corresponde a la majestad de vuestra gloria, ni a la grandeza de vuestro amor a los hombres vuestros hermanos.

¡Reinad, que ese es el señorío de las almas único digno de Vos, que os lo habéis ganado sobre ellas a punta de lanza y a precio de sangre, y sólo con la mira de haceros con ellas, más que súbditos que os sirvan, compañeros que con Vos reinen, compartiendo, como en común herencia, vuestra eterna felicidad!

Reinad, que si no reináis Vos, ¿quién ha de reinar en este mundo infeliz, sino Lucifer vuestro enemigo y nuestro, rival envidioso de vuestra gloria y de nuestra dicha, que no quiere sino asociarnos a su eterna desventura?

¡Reinad, que parece haber llegado ya la plenitud de los tiempos, que anunciaron los que podemos llamar videntes y apóstoles de los secretos de vuestro Corazón, y a tal condición han venido las cosas, que no se ve ya esperanza de remedio para ellas más que en el prodigio de vuestra directa intervención poderosísima!

¡Reinad, que esa es la hora vuestra, cuando cerrado a la luz todo horizonte; caídos con mortal desmayo los corazones; enfermas y lánguidas las voluntades; frustrados por el desengaño todos los cálculos de humana prudencia; roída como por voraz gangrena de dudas y desalientos la vida social, ya casi en absoluto divorciada de Vos; ha de verse claro que de Vos solo pende la salvación!

¡Reinad, que va en ello vuestro honor, mancillado cada día por la blasfemia social erigida hoy en Derecho público vigente;  mientras son motejados de insensatez los eternos imprescriptibles fueros de vuestra esencial soberanía sobre toda humana criatura; mientras como locos, y quizá como malvados, sufren apodo y vilipendio los que no se resignan a aceptar en poco ni en mucho la sacrílega mutilación de vuestra realeza, que a título de mentirosa paz les exige el mundo moderno apartado de Vos!

¡Reinad, y en nuestras almas ante todo por la exacta observancia de vuestra ley; por la rendida conformidad a vuestras disposiciones; por la manifestación constante y viril del buen ejemplo; por el celo animoso en la defensa de la Iglesia Santa y de su inmortal Cabeza; por el menosprecio absoluto de cuanto no seáis Vos o no tenga género alguno de solidaridad con vuestros divinos intereses!

ADVENIAT REGNUM TUUM
¡Reinad, Señor y apresurad por las lágrimas de vuestros hijos, la hora feliz en que vean realizarse el prometido bienhechor reinado de vuestro adorabilísimo Corazón!






Fin de la sexta parte 
transcrito y agregado para El Tesoro de Janua Coeli 
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